domingo, 9 de agosto de 2009

En torno del elemento tierra II


Gran parte de la filosofía jonia se conoce a través de Aristóteles, que recopiló sistemáticamente la historia de la filosofía transcurrida hasta su época, con el fin de exponer hasta dónde habían progresado sus predecesores en la interpretación de la realidad. No obstante, cuando se refiere a los jonios antiguos utiliza ideas y conceptos propios que se distancian del sentido que pudo haber llegado a tener para ellos. Evidentemente, esto es un problema en sí, pero más aún cuando se habla de la arché. Por ello, es conveniente mostrar dos cuestionamientos que surgen por medio de la clasificación aristotélica.
El primero, ya mencionado, es que Aristóteles vincula a la arché con términos propios de su metafísica, distorsionando así el pensamiento de los filósofos jonios. Algunos de los conceptos que utiliza son los de sustancia, atributo, elemento. Por ejemplo, mientras que para Aristóteles los elementos eran cuerpos simples, materia inerte sin causa motriz (y en esta clasificación entraban la tierra, el aire, el agua y el fuego); para los milesios la arché no estaba en la misma posición que la materia muerta e inmóvil. Porque, como se demarcará en el próximo punto, la consideraban dotada de vida. Un jonio quizá sí pudiese interpretar como “elemento” a la tierra, pero no se puede estar seguro de que pensara del mismo modo al agua o al fuego, al menos de la forma clásica en que se clasificaron los cuatro elementos naturales.
Con respecto a la utilización del concepto de arché, por parte de Aristóteles, no habría ninguna dificultad porque también era de uso común en la época de los filósofos jonios. Se lo puede entender tanto como punto de partida, principio, o como causa originaria, ya que en los dos sentidos aparece desde la época de Homero. Para el pensamiento de los jonios antiguos, en palabras de Guthrie, la arché “significa, en primer lugar, el estado originario a partir del cual se desarrolló el mundo múltiple y, en segundo lugar, la base permanente de su ser”[1]. Ya sea para Tales o Anaximandro, la arché es lo único que realmente existe.
Ahora, el otro cuestionamiento que emerge con la clasificación aristotélica está vinculado con la presentación de la arché netamente como un principio material, cuando Aristóteles argumenta que: “(...) La mayoría de los filósofos más primitivos pensaron que los principios que existían en la naturaleza de la materia eran los únicos principios de todas las cosas: aquello de lo que constan todas las cosas que existen y de lo que se originan por primera vez y en lo que se convierten en su estado final (permaneciendo la sustancia pero cambiando sus atributos), esto, decían ellos, es el elemento y principio de todas las cosas y, por ello, piensan que nada se origina o se destruye, puesto que esta especie de entidad siempre se conserva (...)”[2]. En esta cita aparecen los conceptos de elemento, atributo y sustancia utilizados para caracterizar la arché como un principio material. Porque bajo el enfoque de Aristóteles los jonios simplemente postulan uno de los elementos como sustancia; y ello para él, desde su cosmovisión metafísica, no es suficiente. Dado que considera como un absurdo pensar que la arché, el elemento elegido como sustancia, sea la que genera el cambio y la transformación. Dicho de otro modo, la operación aristotélica se basa en, primero, simplificar la arché al nivel de elemento, reduciéndola solamente a una causa material (dentro del esquema de cuádruple causación), para después postular que es necesario descubrir la fuerza efectiva que provoca la transformación y el movimiento. Por ello, más adelante afirma que: “(...) Hay algo más que es la causa del cambio. Y buscar esto es buscar la causa segunda, como la llamaremos: la causa de donde surge el principio del movimiento (...)”[3]. No obstante, es erróneo dirigirse a los filósofos jonios meramente como materialistas, ya que para ellos la arché es la estructura vital del todo. Además, resulta extraño que Aristóteles sí haya percibido que ninguno de los filósofos que sostuvieron una única arché optó por elegir a la tierra[4], para luego tratar al principio constitutivo como un simple elemento inerte y material, sin considerar las cualidades vitales y de autotransformación que tenían para el pensamiento jonio.
Pero más extraño es aún el concepto de “hilozoísmo”, acuñado en el s. XIX para referirse a los filósofos jonios. Si bien Guthrie objeta que: “(...) el término hilozoísta, que suele aplicarse a los milesios, ha sido criticado como erróneo, apoyándose en que hace pensar en teorías que niegan explícitamente toda realidad no compuesta de materia y espíritu [refiriéndose a los comentaristas Burnet y Ueberweg-Praechter, principalmente]. No necesitamos compartir esta objeción aplicada al término en sí, que más bien parece evidenciar la realidad, es decir, la situación espiritual de unos hombres que aún no habían captado claramente la distinción entre los dos”[5]. No obstante, según la línea que se viene estableciendo, quizá se pueda estar más cerca de la conjetura de Burnet. Porque, aunque se tengan sospechas de que un filósofo jonio pudiese haber entendido efectivamente la tierra como un elemento inerte, y por ello ninguno lo haya elegido como arché. De ningún modo se tienen certezas para establecer que pudieron haber entendido la arché como materia con vida, al menos en este sentido. En todo caso, allí donde el resto de las personas sólo observaban objetos inanimados, ellos sostenían que en el fondo su estructura estaba viva, porque el todo es un organismo vivo. Un filósofo jonio, en definitiva, no concebía que algo no tuviese vida. La arché no era un elemento inerte con cualidades vitales, sino que su modo de ser de por sí era vital, negándole todo residuo material. Aparte, la significación que acepta Guthrie atiende a una evolución del pensamiento que, en definitiva, sigue la operación aristotélica. No es necesario ni pararse en la distinción entre materia y vida para comprender el pensamiento de los jonios, ni tampoco suponer que aquello haya sido un progreso en la historia de las ideas. Al contrario, suponer que la arché es un elemento material con vida confunde plenamente lo que pudo llegar a ser, de modo cualitativo, el agua, el aire o el fuego para un jonio.

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[1] GUTHRIE, W., Historia de la filosofía griega I, Los primeros presocráticos y los pitagóricos, Madrid, Gredos, 1991, (traducción de Alberto Medina González), pág. 66
[2] ARISTÓTELES, Metafísica, A, 983 b 6 y sigs.
[3] Ibid., A, 984 a 21
[4] Ibid., A, 985 a 5
[5] GUTHRIE, Op. Cit., pág. 72

por Marcos F. Beltrame

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