jueves, 29 de julio de 2010

¿Es inútil sublevarse?

"Las sublevaciones pertenecen a la historia. Pero, de una cierta manera, se le escapan. El movimiento por el cual un hombre solo, un grupo, una minoría, o un pueblo entero dice: “No obedezco más” y echa en la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su vida –ese momento me parece irreductible. Porque ningún poder es capaz de hacerlo absolutamente imposible… Y porque el hombre que se levanta finalmente no tiene explicaciones; es necesario un desgarramiento que interrumpa el hilo de la historia, y sus largas cadenas de razones, para que un hombre pueda, “realmente”, preferir el riesgo de la muerte a la certeza de tener que obedecer. Todas las formas de libertad adquiridas o reclamadas, todos los derechos que se hacen valer, incluso a propósito de cosas aparentemente poco importantes, tienen sin duda aquí un punto último de anclaje, más sólido y más próximo que los “derechos naturales”. Si las sociedades se mantienen y viven, es decir, si los poderes no son “absolutamente absolutos”, es que, detrás de todas las aceptaciones y las coerciones, más allá de las amenazas, de las violencias, y de las persuasiones, hay la posibilidad de ese momento en el cual la vida no se canjea más, en el cual los poderes no pueden ya nada y en el cual, ante los cadalsos y las metralletas, los hombres se sublevan… Nadie está obligado a ser solidario (con el que resiste). Nadie está obligado a encontrar que esas voces confusas canten mejor que las otras y digan lo más hondo de la verdad. Basta que existan y que tengan en su contra a todo lo que se encarniza en hacerlos callar, para que haya un sentido en escucharlos y en investigar que es lo que quieren decir. ¿Cuestión de moral? Quizá. Cuestión de realidad, seguramente…”

Descargar ¿Es inútil sublevarse? Publicado en Le Monde el 11 y 12 de mayo de 1979.

lunes, 26 de julio de 2010

Según Según

El campo teórico (y práctico) es vasto como un desierto (o una inundación) vista del cielo. No hay señal alguna que nos permita ver cuál sería el lugar más conveniente para el aterrizaje…
La ontología actual a la moda está inspirada, fundamentalmente en Spinoza e, indirectamente, en la obra de Gilles Deleuze. Toda su empresa filosófica, según F., puede resumirse como un intento por invertir el platonismo. Esto significa, un intento por derribar las últimas grandes formas de trascendencia que, directa o indirectamente, tienen su denominador común en el gesto platónico de la Idea. En el siglo V AC el filósofo (y aristócrata) Platón, se encuentra frente a una polis griega que está, a sus ojos, en decadencia. Los años de esplendor de Atenas han pasado, la democracia no permite promover (buenas) formas de gobierno. Fue en el marco de un régimen democrático que Sócrates fue asesinado, los sofistas proliferan como hongos, se inventan la retórica, la gramática y la democracia. La filosofía debe buscar, para Platón, aquello que unifique, que pueda organizar la arjé, el gobierno; que lo múltiple devenga uno; hacer política es politeia, organizar la polis, asignar a cada uno su lugar, refrenar las malas pasiones y poner a cada uno en su sitio, artesano, gobernante… zapatero a tus zapatos y el filósofo se ilumina y regresa a la caverna… Bueno, así no, no? Volvamos.

Deleuze dio lugar, por ejemplo, a formas de pensamiento y acción como las de HB (que no es honestidad brutal, aunque podría serlo…) sino Hakim Bay y sus encantadoras ideas sobre las zonas temporalmente autónomas. Es decir, capsulas de sentido que se sustraigan por un rato a las codificaciones hegemónicas. Y es, de algún modo, en el marco del autonomismo que se pueden encontrar las prácticas a partir de las cuales gravitan ideas sobre micropolítica en educación. Inmediatamente, en un mundo que parece cada vez más hegeliano (sic) se alzan las voces (y las hoces) en contra de estos “devenires menores”. Hay que reconocer que a veces se lo buscan, y otras no. Veamos…

Me dicen que se trata de la potencia, la potencia en el plano de inmanencia: nada ni nadie sabe lo que puede un cuerpo. Durante mucho tiempo la filosofía intenta encontrar (a veces con el concepto de acontecimiento) aquella instancia que sobrepasa la historia, las determinaciones previas, en suma, que dan lugar a la libertad. Por ello, no habría, en rigor, ningún sistema filosófico que pudiese dar cuenta de antemano del devenir de las potencias, no hay garantías, es una apuesta. Por lo tanto no hay plan establecido, en el mejor de los casos, militancia del acontecimiento, tácticas y estrategias.

Este problema, que era también el de Sartre, en torno a la libertad parece reposicionarse en la medida que toda política o ética (como modo de ser en el mundo, como ethos, como hábito que nos constituye) ya no se asienta sobre una identidad definida, sino sobre una potencia, sobre una posibilidad disruptiva que no puede saberse de antemano, Sujeto no sujetado, sujeto no sustantivado, sujeto en constante subjetivación, constante y sonante. Esto hace, que la propia política, para autores como Rancière, se produzca allí dónde no hay mandato de antemano, donde no hay arjé o principio, donde no hay Platón que hable sin que un Diógenes le ladre… Es la democracia, entendida, como el gobierno de “no importa quién”, de los iguales, el marco en el cual se presenta la política propiamente dicha. El axioma es la igualdad, y todo lo demás viene de la acción y del pensamiento. Qué ensalada, no?



viernes, 23 de julio de 2010

Aproximación a una teoría sobre el poder

BUENOS AIRES (AFP) - Dos condenados por robo a mano armada se fugaron de una cárcel de la sureña provincia argentina de Neuquén que, por falta de personal, era vigilada desde una garita por un muñeco apodado 'Wilson', admitió el miércoles una autoridad del Servicio Penitenciario.
"Por una cuestión estratégica obviamente no lo podíamos sacar a la luz, pero ahora que se filtró, admito que tenemos un tipo maniquí, pero en ese sector funcionan las cámaras que nos permiten observar todo el movimiento del lugar", justificó el director del Servicio Penitenciario provincial, Daniel Vergés.
Los dos presos escaparon el sábado pasado tras escalar uno de los muros de la Unidad Penal Nº 11 de Neuquén frente a la mirada vigilante del guardia que estaba apostado en una garita, pero que era en realidad un muñeco puesto allí por falta de personal.
Los agentes penitenciarios apodan al muñeco 'Wilson', en alusión a la pelota que acompaña a Chuck Noland (protagonizado por Tom Hanks) en la película 'Náufrago' ('Cast Away') y bautizada así por una marca de equipamiento deportivo.
"Tenemos en una garita a 'Wilson', como el de la película 'Náufrago': hemos hecho un muñeco con una pelota y una gorra para que los presos vean una sombra y crean que están vigilados", contó al diario Río Negro un agente penitenciario que reconoció que sólo dos de las 15 garitas tienen vigilantes reales.

jueves, 22 de julio de 2010

Mesetas.net

Este texto apareció posteado en mesetas.net hace unos días, es un conjunto de ideas interesantes de gente que viene trabajando en torno a algunas ideas de filosofía política europea contemporánea (Deleuze, Foucault, Agamben, Rancière, Tiqqun, Debord, etc). En fin, esta enumeración por sí sola no significa nada, simplemente es para darle una idea al que se decida por el modesto gesto de hacer el click.

Construir colectivo (a modo de otro 'previo' a manifiesto de mesetas.net)

Entender las cosas es todo un problema.
Comunicarse entendiéndose puede suponer una 'pérdida' mayúscula. Así, rápidamente, podríamos decir que hemos vivido 'trayectorias' de demasiado entender y poco 'vivir'.
Cuando te entiendes con alguien puede querer decir que haces que todo fluya en la indiferencia del 'todo comprendido'.

Devenir manada en colectivo, politizando 'lo cotidiano', mezclándolo con lo 'no cotidiano' (deshaciendo nuestra construcción subjetiva que es directamente económica*, transformándose subjetivamente sí o sí, pues la vida de ese modo te conmina a ello, o si no se deshace todo…) es una experiencia donde encontrarse y reencontrarse, digamos que entre las formas-de-vida (tus inclinaciones, tus 'irresistibilidades')…, donde experimentar la belleza del apoyarse-en —y no comunicar—, donde existe la posibilidad de experimentar la posibilidad de —tal y como lo dice Rancière, por ejemplo: la «existencia de formas de organización de la vida material de la sociedad que se sustraen a la lógica del lucro (1), y la existencia de lugares de discusión de los intereses colectivos que se sustraen al monopolio del gobierno erudito (2)».
De dar vida a ambas cosas y poder componer todas las luchas que involucran tanto 1 como 2. Darse autonomía, respirar aire fresco, reconquistar "el campo"… etc. etc.
Todos, normalmente hemos sido fabricados como una multiplicidad-desierto, sobre el colchón 'monopolista' de los dispositivos del Imperio, sobre esa magia de sus dispositivos, ¿o es que acaso no nos hemos preguntado nunca por ejemplo acerca de la magia que supone, o el cómo es que…, con qué magia…, se dan las mismas noticias en todo el planeta? ¿O más o menos ingenuamente… no nos habremos preguntado mucho ya acerca de la magia de por ejemplo 'el dinero', que concierne a todos y a nadie, y que quizá por ello deviene dispositivo atenuante, pues así, 'gracias' a estos dispositivos: no tendré por qué discutir / devenir más con tal manada o tal otra, simplemente puedo estar unido con mi mismidad, 1 = 1, la interiorización de la trascendencia despótica en la subjetividad económica…?
Animamos desde el manifiesto de mesetas.net a construir, para no dejar de componer y componerse, y que la vida crezca por los intersticios de los conflictos y de las creaciones siempre aparentemente "precarias" en un mundo hecho de arriba abajo con "mentirijillas" muy poderosas (por ejemplo con esta).

Un más allá del bloom es posible, no sabemos cómo, toca construir.

martes, 20 de julio de 2010

Raices subjetivas del proyecto Revolucionario.

Lo que podemos decir sobre este tema es por definición eminentemente subjetivo. Está también, igualmente por definición, expuesto a todas las interpretaciones que se quiera. Si puede ayudar a alguien a ver más claramente en otro ser humano (aunque fuese en Las ilusiones y en Los errores de éste), y con ello, en sí mismo, no habrá
sido inútil decirlo.

Tengo el deseo, y siento la necesidad para vivir, de otra sociedad que la que me rodea. Como la gran mayoría de los hombres, puedo vivir en ésta y acomodarme a ella -en todo caso, vivo en ella. Tan críticamente como intento mirarme, ni mi capacidad de adaptación, ni mi asimilación de la realidad me parecen inferiores a la media sociológica.
No pido la inmortalidad, la ubicuidad, la omnisciencia. No pido que la sociedad “me dé la felicidad”; sé que no es ésta una ración que pueda ser distribuida en el Ayuntamiento o en el Consejo Obrero del barrio, y que, si esto existe, no hay otro más que yo que pueda hacérmela, a mi medida, como ya me ha sucedido y me sucederá sin duda todavía. Pero en la vida, tal como ella hecha para mí y para los demás, topo con una multitud de cosas inadmisibles; repito que no son fatales y que corresponden a la organización de la sociedad. Deseo, y pido, que antes que nada, que mi trabajo tenga algún sentido, que pueda probar para qué sirve y la manera en que está hecho, que me permita prodigarme en él realmente y hacer uso de mis facultades tanto como enriquecerme y desarrollarme, y digo que es posible, con otra organización de la sociedad para mí y para todos. Digo también que sería ya un cambio fundamental en esta dirección si se me dejase decidir, con todos los demás, lo que tengo que hacer y, con mis compañeros de trabajo, cómo hacerlo.
Deseo poder, con todos los demás, saber lo que sucede en la sociedad, controlar la extensión y la calidad de la información que me
es dada. Pido poder participar directamente en todas las decisiones sociales que pueden afectar a mi existencia, o al curso general del mundo en el que vivo. No acepto que mi suerte sea decidida, día tras día, por una gente cuyos proyectos me son hostiles, o simplemente desconocidos, y para los que nosotros no somos, yo y todos los demás, más que cifras en un plan, o peones sobre un tablero, y que, en el límite, mi vida y mi muerte estén entre las manos de unas gentes de las que sé que son necesariamente ciegas.
Sé perfectamente que la realización de otra organización social, y su vida, no serán de ningún modo simples, que se encontraran a cada paso con problemas difíciles. Pero prefiero enfrentarme a problemas reales que al delirio de un De Gaulle, a Las artimañas de un Johnson, o a las intrigas de un Jruschov. Si incluso debiésemos, yo y los demás, encontrarnos con el fracaso en esta vía, prefiero el fracaso en un intento que tiene sentido a un estado que se queda más acá incluso del fracaso.
Deseo poder encontrar al prójimo a la vez como a un semejante y como a alguien absolutamente diferente, no como a un número, ni como a una rana asomada a otro escalón (inferior o superior, poco importa) de la jerarquía de las rentas y de los poderes. Deseo poder verlo, y que me pueda ver, como a otro ser humano, que nuestras relaciones no sean terreno de la expresión de la agresividad, que nuestra competitividad se quede en los límites del juego, que nuestros conflictos, en la medida en que no pueden ser resueltos o superados, conciernan unos problemas y unas posiciones de juego reales, arrastren lo menos posible de inconciente, estén cargados lo menos posible de imaginario. Deseo que el prójimo sea libre, pues mi libertad comienza allí donde comienza la libertad del otro y que, solo, no puedo ser más que un “virtuoso en la desgracia”. No cuento con que los hombres se transformen en ángeles, ni que sus almas lleguen a ser puras como lagos de montaña -ya que, por lo demás, esta gente siempre m ha aburrido profundamente. Pero sé cuanto la cultura actual agrava y exaspera su dificultad de ser, y de ser con los demás, y veo que multiplica hasta el infinito los obstáculos a su libertad.
Sé, ciertamente, que este deseo mío no puede realizarse hoy; ni
siquiera, aunque la revolución tuviese lugar mañana, realizarse íntegramente mientras viva. Sé que, un día, vivirán unos hombres para quienes el recuerdo de los problemas que más pueden angustiarnos hoy en día, no existirá. Este es mi destino; el que debo asumir y el que asumo. Pero esto no puede reducirse ni a la desesperación ni al rumiar catatónico. Teniendo este deseo, que es el mío, no puedo más que trabajar para su realización. Y ya en la elección que hago del interés principal de mi vida, en el trabajo que le dedico, para mí lleno de sentido (incluso si me encuentro en él, y lo acepto, con el fracaso parcial, los rodeos, las tareas que no tienen sentido por sí mismas), en la participación en una colectividad de revolucionarios que intenta superar las relaciones reificadas y alienadas de la sociedad actual, estoy en disposición de realizar parcialmente este deseo. Si hubiese nacido en una sociedad comunista, quizás la felicidad me hubiese sido más fácil -no no tengo idea, qué puedo hacerle. No voy con este pretexto, a pasar mi tiempo libre mirando la televisión, o leyendo novelas policiales.

CORNELIUS CASTORIADIS
Extracto de “La Institución Imaginaria de la Sociedad” Tomo 1.
pág. 157. Tusquets Editores.

Consejismo y Organizacion de Base

En una sociedad de este tipo, existirán residuos del Estado en la medida en que no se produzca una inmediata, pura y simple administración de las cosas, y que todavía continúen algunas limitaciones a la libertad personal. No existe por más un Estado en la medida en que los cuerpos que ejercen el poder no sean otra cosa que las unidades productivas o las organizaciones locales de toda la población, que las instituciones que organizan la vida social no sean sino un aspecto de esta vida misma, y que lo que permanece de los cuerpos centrales esté bajo control directo y permanente de las organizaciones de base. Ese es el punto de partida.
El desarrollo social no puede sino traer una rápida reducción de los aspectos centralizadores de la organización social: las razones para ejercer limitaciones desaparecen gradualmente y se ensanchan los caminos de la libertad personal (es necesario aclarar que no nos referimos aquí a las libertades democráticas formales que una sociedad socialista aumentaría inmediata y vanamente, sino a las libertades esenciales: no solo el derecho a la vida sino el derecho de hacer con su vida lo que uno quiera)
Liberada de todos los maquiavelismos y mistificaciones que corrientemente le rodean, la política en tal sociedad no es sino la discusión colectiva y la resolución de los problemas concernientes al futuro de la sociedad, ya sean económicos, de educación o sexuales, ya traten de todo el mundo o de las relaciones internas entre grupos sociales. La estructura democrática del poder en una sociedad socialista excluye la posibilidad de un partido que este en el poder. Estas palabras no tienen sentido en el interior del marco que hemos descrito.

Paúl Cardan, Los consejos obreros y la economía en una sociedad autogestionaria.

jueves, 15 de julio de 2010

Una opinión para los post humanos

“Y estos ojos de quién son/ de quién son mis deseos de hoy/ y este insomnio de quién es/ Luzbelito pregunta una y otra vez”

Hace poco salió una película, El imaginario del Dr. Parnasus, de Terry Gilliam. El Dr. Parnasus es un ser más o menos sobrenatural que tiene un trailer desvencijado, como un carro de feria. A través de un espejo situado en el centro del diminuto escenario, se puede entrar en la imaginación del Doc, que es en realidad una materialización de la imaginación del visitante. La idea de la película es que uno toma decisiones a partir de lo que imagina que las cosas pueden ser, el Dr. Parnasus nos ubica en el punto crítico en el que debemos escoger entre dos imágenes posible del mundo, es decir, en dos modalidades posibles de nosotros mismos. Como en todo fabula, la opción es dual, la buena y la otra. El Doctor triunfa cuando elegimos el buen camino y es derrotado por el diablo (que no es tan malo como dicen) cuando elegimos el camino aparentemente fácil y a la larga desfavorable. Según la peli, no podemos eludir la elección, puesta en práctica en el marco de nuestro imaginario, bajo ningún aspecto, es un absoluto (maravilloso o siniestro).
A mi se me hace muy difícil en general formar una opinión, asisto sorprendido a la miríada de blogs, facebuks y etcétera que pueblan la red de comentarios acerca de cómo deberían ser las cosas. Me digo: qué imaginaciones precisas, informadas, seguras. Me acuso de timorato, tibio o indiferente. En tiempos en que la historia no espera, el escepticismo parece el refugio lánguido y elegante de los inactivos. A riesgo de parecer reaccionario, me resulta horrorosa la liviandad desde la cual se arman grupos y se construyen perfiles más o menos estandarizados. Pienso en Sartre, en la vieja pregunta acerca de quién habla cuando te hablo ahora a vos, quién imagina la noche perfecta o el mundo mejor cuando sacudo mi cerebro como un huracán.
Algo interesante de la película sea tal vez el hecho de hacer pensar sobre los elementos que constituyen nuestra imaginación. La imaginación ya no puede ser la dimensión de nosotros mismos, impoluta y fascinante, que preservamos para que asuma el poder. Porque el poder es ya imaginación, o, porque de lograr nuestro cometido, nos daríamos cuenta de que en el fondo no es tan fácil y no estamos tan ciertos de que nuestros sueñan sean tan distintos de las cosas que creemos detestar. El problema de la relación entre imaginación, opinión y política puede parecer una inofensiva preocupación esteticista, pero también se sumerge de lleno en el problema acerca de las formas en las que opera sobre la facultad (supuestamente más singular de nosotros) el dispositivo social que naturaliza y restringe el sentido de las cosas.
La única opinión significativa es la de la palabra que nos involucra, en la que podemos perder algo, en la que nos jugamos, al menos, nuestra propia imagen. La pseudo clandestinidad del cogito virtual nos pone en un lugar privilegiado en cuanto a la cantidad de información a la que podemos acceder, pero a veces esa misma sobreabundancia parece hacer imposible la adopción de un punto de vista, o nos relega a la reproducción indefinida de esquemas preconcebidos, que alimentan nuestro perfil (o nuestra imagen del yo, que es lo mismo).
Nos resulta mucho más fácil imaginar el fin del mundo, o la llegada de extraterrestres, que una forma de vida más o menos interesante. ¿Qué hay más allá (o más acá) de la actitud crítica y perdonavidas del que habla desde el púlpito invocando a las musas de la indignidad, la corrupción o el hartazgo?
Sí, mis opiniones son aburridas y estereotipadas, más comunes que la injusticia, ninguna puede desactivar el juego de espejos cotidiano ni crear una imagen que le preste a otro un retazo del mundo tal vez aún no del todo entrevisto. Entonces me acerco a aquellos que, por convicción o desesperación, se arrojan al discurso sin temor al balbuceo, que cuentan algo y miran fijo poniendo todo su esfuerzo en compartir sus visiones. Andan dando vueltas por ahí, los pensamientos, ridículos o estrafalarios, pretenciosos e incluso anacrónicos, los que inventan palabras o usan las viejas con otros motores, los que los ponen a funcionar delante de sí mismo y de los otros, incluso aunque le explote a todos en la cara.





Este texto saldrá en el número dos de la revista Post humanario, el primero se puede descargar acá.

miércoles, 14 de julio de 2010

El cine en el Joaquín V. González vuelve después del receso invernal

Durante el receso de invierno no se realizarán proyecciones, luego de las vacaciones volveremos para cerrar el ciclo En sentido extramoral y para dar inicio a los que siguen; el primero tratará sobre las formas de trabajo en el mundo contemporáneo. En breve el nuevo cronograma. Saludos y esperamos verlos pronto!

Repudio a llamado de elecciones en la carrera de Historia del J.V. González

Lamentablemente, el sábado 10 nuevamente la falta de suministro de agua y de luz obligó a cerrar el edificio del Profesorado Joaquín V. González y no pudimos realizar la proyección. Este ha sido, o viene siendo, un año dificil para una actividad, debemos decir, bastante modesta.
En esta nueva suspensión, parece evidente, más allá de las maliciosas conjeturas que se hicieran en post anteriores, que se trata de de un caso de fuerza mayor. No obstante, la falta de servicios básicos impiden el funcionamiento de toda actividad (lo que incluye al cine) pero no obstruye la apresurada e irregular puesta en marcha de elecciones en el Departamento de Historia. Es dificil resumir brevemente un conflicto que viene de hace un tiempo atrás e involucra, quierase o no, a la institución en su conjunto Aquí se puede obtener información actualizada y leer documentos oficiales que muestran el impresentable accionar de las autoridades. Por nuestra parte y en este espacio, solo nos limitamos (y acaso sea mejor que el silencio) a apoyar y trascribir la carta abierta de repudio realizada por la Junta Departamental de Castellano, Lengua y literatura:

Buenos Aires, 13 de julio de 2010.

Sr. Rector del ISP DR. J. V. Gonzalez

Prof. Francisco Velasco

De nuestra consideración:

Por la presente, los/as representantes docentes y estudiantiles de la Junta Departamental de Castellano/ Lengua y Literatura, expresamos nuestro asombro y desacuerdo por la suspensión de clases que nos fuera anunciada ayer por correo electrónico y solicitamos que se levante la medida para poder continuar con el dictado normal hoy, mañana y el jueves.

Consideramos no solo que este es un momento del año inoportuno para una suspensión repentina de las clases -por los numerosos exámenes, los cierres de las materias cuatrimestrales, la inscripción en las materias del segundo cuatrimestre, entre otras cosas- sino, además, que hay varios puntos cuestionables en cuanto a las causas y el modo en que se toma la medida.

Por una parte, nos parece que no corresponde suspender las clases para que un departamento plebiscite su plan de estudios, más allá de que ese proceso resulte conflictivo, como en este caso. Por otra, nos encontramos profundamente sorprendidos/as de que esta medida se tome por solicitud de la junta electoral de un departamento y de que se tome o comunique apenas con un día de anticipación por correo electrónico.

Entendemos, además, que, frente al conflicto por el plan de estudios, una decisión como esta, lejos de favorecer los procesos democráticos, aísla al departamento y alimenta los discursos que demonizan el conflicto político dentro de la comunidad educativa del Instituto.

A la espera de una pronta respuesta, lo saludamos atentamente.

Silvia Seoane

Elisa Salzman

Lila Petrella

Fernanda Alonso

Marina Bacher

domingo, 11 de julio de 2010



"El hombre es esa noche, esa nada vacía que todo lo encierra en su simplicidad, una riqueza de infinitas representaciones, de imágenes que no se le ocurren actualmente o que aún no las tiene como presente (...). Esta noche es lo que se vé cuando se mira al hombre a los ojos, una noche que se hace terrible: a uno le cuelga delante la noche del mundo"

viernes, 9 de julio de 2010

Progresistas y conservadores: un solo corazón

En Europa, EE.UU. y Argentina, muchos progresistas aceptan que la política ya no es cosa de derecha vs. izquierda. Aquí la discusión se extiende a los alcances del “populismo y sus vicios institucionales”. Chantal Mouffe desmenuza en este diálogo las características de ese “progresismo”.

Las paradojas de la post política: en los Estados Unidos, muchos progresistas terminaron confundidos en visiones de los republicanos porque opinan que la política ya no es cosa de derecha vs. izquierda sino de la buena política vs. la mala política. En Europa, sectores de izquierda coinciden en que la política de adversarios es cosa del pasado, que no hay más antagonismos, y ven superficialmente los rebrotes fascistas en el viejo continente como una enfermedad moral. Mientras tanto, en la Argentina algunas corrientes progresistas se indignan ante el populismo y los vicios institucionales, pero dejan de percibir a la sociedad como un espacio de luchas de intereses e ignoran la catástrofe humanitaria de la pobreza, y en ese punto se acercan a los voceros del establishment. La politóloga belga Chantal Mouffe, autora del reciente libro En torno a lo político, analiza esas versiones del progresismo y recuerda que la política “es siempre adversarial” y sigue dirimiéndose en términos de izquierda y derecha.
–¿Por qué le preocupan los progresistas que proponen buscar una forma consensual de la democracia?
–Hay una tendencia que, yo no sé qué importancia tendrá en la Argentina, pero que en Europa es muy fuerte, que se ha llamado la Tercera Vía y, en Alemania, “el nuevo centro”. Ha sido representada evidentemente por la política de (el ex premier británico) Tony Blair y ha tenido mucho impacto en los partidos socialdemócratas. Ha sido teorizada por intelectuales como Anthony Giddens, y, en el caso de Alemania, Ulrich Beck. En esa perspectiva del “radical center”, el centro radical, ellos dicen que hoy en día estamos en la segunda modernidad, en la cual la clásica política de “adversarios” está superada. Ya no habría que pensar más en términos de izquierda y de derecha porque no hay más antagonismos.
–¿Cómo pueden dar por terminados los antagonismos?
–Bueno, esto lo ven como consecuencia de la caída del comunismo. También dicen que no hay más identidades colectivas, y que eso es resultado de la victoria del individualismo. Por esa razón los partidos, los sindicatos, todos los movimientos colectivos son para ellos cosas arcaicas. No afirman que han desaparecido del todo, pero opinan que ya no corresponden a la dinámica de la política de hoy. Siguiendo este pensamiento, lo que hay que hacer es adaptarse, “modernizarse”, que es el término que emplean todos ellos. Habría que modernizar la política. Eso significa para ellos no plantearse más la lucha en términos de izquierda y derecha. Creen que se puede establecer una especie de consenso al centro, puesto que finalmente no hay más antagonismos fundamentales en la sociedad. Un ejemplo es Tony Blair diciendo: “Bueno, ahora somos todos de clase media”. En otras palabras, finalmente no tenemos intereses opuestos. Blair dice también: “No hay una política económica de izquierda y otra de derecha. Hay una que es buena y hay otra que es inadecuada”. Según estos planteos, ahora sería posible a través de la discusión, de la moderación, poner a todo el mundo de acuerdo sobre la buena política que hay que llevar a cabo para modernizarse, para adaptar cada país a la globalización.
–Parece una suerte de “sueño light” de la democracia. ¿Cómo negar, por ejemplo, que existen intereses antagónicos entre el gran capital y los trabajadores?
–Parece fuera de la realidad. Pero ellos piensan que pueden llegar a una especie de unión y acuerdo entre las multinacionales, por una parte y, por el otro, los desempleados. Ese es exactamente el discurso que tenía Blair. Sencillamente, no hay más lucha de clases.
–Hace un tiempo se advirtió en los Estados Unidos que muchos intelectuales del progresismo, que en su momento se opusieron a la guerra de Vietnam, ahora apoyaban la intervención militar del presidente Bush en Irak. Y ese apoyo lo daban creyendo que hoy existe una lucha contra el mal universal encarnado en el terrorismo. ¿Esta fractura en el progresismo es consecuencia de los cambios que usted señala?
–Bueno, hay que ir un poco más despacio en este otro tema. Lo que dije antes se refiere a Europa. Pero ese tipo de política más allá de la izquierda y la derecha hace tiempo que existe en los Estados Unidos. Entre los demócratas y los republicanos hace mucho que no se plantea una lucha entre izquierda y derecha a la manera europea. La política de “triangulación” de (Bill) Clinton, que tomó en su campaña temas republicanos y temas demócratas, es un buen ejemplo de esa línea de consenso al centro. Y la fórmula fue muy importante para la evolución de la “Tercera vía”. Eso es lo que yo llamo la post-política. Y ahí, evidentemente, hay un encuentro de tendencias entre Estados Unidos y Europa.
–¿Cómo piensa usted al respecto?
–El punto mío es que la política siempre tiene que ver con un “nosotros” opuesto a un “ellos”. Siempre se define en términos nosotros/ellos. Una identidad colectiva, un “nosotros”, no puede existir sin determinar quién está afuera. La idea de que se pudiera tener un “nosotros” totalmente inclusivo es completamente inconcebible. Y mi argumento consiste en que este nosotros/ellos no se debe definir en términos morales sino en términos de adversarios políticos, de izquierda y derecha. Ahí es donde yo insisto en un punto: dado que la política tiene que ver con un nosotros/ellos, cuando uno no puede definir esa oposición en términos políticos, termina haciéndolo en términos morales.
–¿Y cómo se expresa hoy en el paisaje político?
–De dos maneras: en el ámbito internacional, para aquellas corrientes que estamos criticando, los “ellos” son los terroristas, los enemigos de la civilización. Y, en política doméstica, los “ellos” son la extrema derecha, el fascismo, esa especie de enfermedad moral que se considera que siempre existe y siempre está por surgir. Lo que no se hace, en general, es un análisis realmente político de las razones por las cuales en tantos países de Europa los partidos populistas de derecha han tenido éxito. Todo lo que se da es una condena moral. En vez de tratar de entender las razones económicas, políticas del éxito de esos partidos, se los presenta como la expresión de una enfermedad moral.
–El presidente Bush es el abanderado mundial de este lenguaje de la política en términos morales. Cuando comenzó la intervención de Estados Unidos en Irak, mantuve algún intercambio de correos electrónicos con el filósofo Richard Rorty, que era un hombre siempre asociado al progresismo, y me llamó la atención la defensa encendida que hacía de la intervención militar estadounidense.
–¿Se refiere a Irak o a Afganistán? Porque hay una diferencia. Hubo gente que apoyó la intervención en Afganistán pero luego rechazó la guerra en Irak. Yo no sé si Richard Rorty apoyó la intervención en Irak pero, si hubiera sucedido, después cambió completamente. Dos intelectuales como Jurgen Habermas y Jacques Derrida publicaron un artículo conjunto para llamar a todos los europeos a oponerse a la guerra de Irak, y Rorty escribió diciendo que estaba completamente de acuerdo con ellos y llamando a los europeos a ayudar a los norteamericanos a enfrentarse a Bush.
–¿Qué es lo que hace que sectores del progresismo se sientan seducidos por estos nuevos razonamientos de la post-política?
–Ahí hay dos problemas distintos: ¿qué entiende usted por nuevo razonamiento? Hay un razonamiento que sostiene que no hay más antagonismos, pero eso no lleva necesariamente a defender la guerra de Irak. El sector progresista que ha defendido la guerra de Irak la presenta como una guerra “humanitaria”. Creen que los derechos del hombre considerados a la manera europea son algo que hay que imponer al resto del mundo. Pero yo no creo que la defensa de la guerra de Irak sea necesariamente una consecuencia de la visión post-política. Para mí es la consecuencia de un cierto tipo de razonamiento “universalista”, y es, por ejemplo, muy específico de la inteligencia de los Estados Unidos creer que tienen la obligación de intervenir para imponer la democracia. Hay un encuentro entre cierta parte del progresismo y de los neo-conservadores justamente sobre el papel civilizador de los Estados Unidos.
–¿Y qué viene haciendo la izquierda frente a este tipo de planteos en el mundo?
–Pero, ¿qué izquierda y en dónde? La izquierda europea es muy distinta de la izquierda americana. Además, la izquierda europea está dividida. En general, está aceptando la idea de que el modelo occidental de democracia es el mejor y que debería ser asumido en el mundo entero. Pero se divide entre los que piensan que la democracia no se puede imponer por las armas, y aquellos que dicen que hay que hacerlo por las armas cuando es necesario. Otros piensan que hay que aceptar diferentes modelos de democracia y que el modelo occidental no deber ser considerado como el único legítimo.
–En la Argentina sucede algo llamativo, que tal vez se vincule a lo que usted describe en Europa: un sector del progresismo local desespera por la baja calidad institucional y denuncia el clientelismo y la manipulación de los pobres. Sin embargo, parece bastante indiferente a la pobreza y la desigualdad, como si no tuvieran un lugar prioritario en su agenda. Me pregunto si no es parte de esta visión “post-política” que usted caracteriza en su libro.
–Sí, esa es una clara manifestación post-política. Para mí está muy ligado a la hegemonía cultural del liberalismo y tiene que ver con el abandono de la política en términos de adversarios, entre izquierda y derecha. Como lo expliqué, Giddens opina que esa lucha adversarial hay que abandonarla porque pertenece a una época arcaica.
–Estos sectores que, como dije, aparecen tan preocupados por las instituciones, a la vez rechazan profundamente el populismo. Y ven en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner un perverso carácter populista.
–Bueno, todos los que están influidos por la ideología liberal no pueden tener ninguna simpatía por el populismo y no lo pueden entender. Ese es un punto muy importante. En La paradoja democrática, un libro anterior a En torno a lo político, creo haber mostrado que lo que llamamos democracia liberal-moderna es una articulación de dos tradiciones que no van necesariamente juntas y que tienen puntos de conflicto. Está la tradición liberal, que se ocupa principalmente de las instituciones y no realmente de la igualdad. Lo que les interesa es la libertad y no la igualdad. Y, por otro lado, está la tradición democrática que tiene que ver con la igualdad y también con la soberanía popular. En muchos países de América latina, pero particularmente en Argentina antes del peronismo, había un cierto tipo de liberalismo que no estaba articulado con la democracia. Y después se ingresó en una época de democracia populista con una articulación débil al liberalismo.
–¿Esos ciclos no se resuelven?
–Bueno, yo creo que en todo sistema democrático habrá siempre la tensión entre un polo populista que tiende a la movilización y a la dicotomización del espacio social, y, por otro lado, un polo institucionalista que tiende a una forma de absorción y neutralización de las demandas sociales. De lo que se trata es de mantener un equilibrio entre ambos.
–Lo que no encontramos es un modo de juntar las dos tradiciones.
–No van necesariamente juntas, pero pueden también encontrarse ligadas históricamente. Eso es lo que ha ocurrido en Europa, donde se ha llegado a esa unión a través de la socialdemocracia. Porque la socialdemocracia es exactamente eso, la manera como la tradición liberal se ha democratizado Y, paralelamente, también la democracia se ha liberalizado. En América latina –y el caso de Venezuela lo muestra– esa articulación institucional es todavía precaria. Entonces, hay una política liberal que ve la participación popular como algo negativo y la llama “populismo”.
–Además, en esa visión de estos sectores que “olvida” la pobreza y las tensiones de intereses terminan coincidiendo con el poder económico, que en un momento apoyó a las dictaduras y ahora se dice preocupado por las instituciones.
–Coinciden, efectivamente, con sectores a los cuales no les interesa genuinamente la democracia. Piensan “bueno, la democracia sí, a condición de que no pongan en cuestión la propiedad privada, que no pongan en cuestión la tasa de ganancia, etc.”. Pero, en la medida en que hay una democracia que realmente lucha por la igualdad y por la participación popular, es obvio que las clases más pudientes van a tener que hacer concesiones. Entonces, en ese momento se olvidan de la lucha democrática y se aferran al status quo, y al poder económico. Eso me parece que es muy típico. Es, por ejemplo, lo que pasa en el caso de Venezuela.
–Entonces, ¿qué es hoy una izquierda moderna y progresista?
–Lo primero que hay que aceptar es que no hay un solo modelo. Pensar en la democracia como un modelo que hay que aplicar es erróneo, porque cada región del mundo tiene distintas particularidades. La democracia para mí es una experiencia. Una experiencia que se dará de manera distinta en distintas partes, según las diferentes tradiciones. Por ejemplo, yo no creo que sea bueno para América latina pensar que la modernización consiste en aplicar exactamente el modelo europeo. Hay que ver que las condiciones son distintas y que uno tiene que adaptar el modelo de la democracia a la situación de cada país. Y eso es mucho más cierto aún si uno piensa en la cuestión de la democracia en lugares como China o el mundo árabe. Por eso, en el libro también estoy defendiendo la idea de un mundo multipolar, donde se reconoce la existencia de grandes regiones, que tienen culturas específicas, condiciones específicas, y que hay que aceptar que no hay un solo modelo.
–Hablemos, entonces, del modelo que mejor conoce: la izquierda en Europa.
–Yo creo que en el Viejo Continente la izquierda tiene que organizarse a nivel europeo. Hay que pensar en desarrollar un modelo civilizacional y económico que sea distinto del modelo de los Estados Unidos. La idea de “Occidente” tiene que ser abandonada porque es el producto de la Guerra Fría. Estados Unidos tiene una tradición distinta de la europea. Hay en la experiencia norteamericana una clara conciencia de los derechos civiles, pero no de los derechos sociales. Mientras que en los países europeos, que han pasado por la experiencia de la socialdemocracia, el modelo social de bienestar ha jugado un papel central. Y es importante para la izquierda europea mantener eso, no aceptar que el modelo anglosajón sea el mejor y que haya que adoptarlo para “modernizarse”.
–¿Y qué sucede en América latina?
–En América latina también es fundamental tener una visión regional. Por ejemplo, todas las instituciones que agrupan en bloques, como el Mercosur o el Banco del Sur, son muy importantes. Ustedes tienen allá condiciones que son distintas en cada país, pero también tienen puntos en común. Por un lado, uno tiene que aceptar que hay especificidades, y que la idea democrática tiene que ser inscripta de manera distinta según las distintas condiciones y las distintas culturas. Yo creo que es importante para los países de América latina desarrollar su modelo, y no decir “lo que nosotros tenemos que hacer es seguir al modelo europeo o norteamericano”. Y, en ese sentido, hay que reconocer que en los últimos años experiencias como la argentina, la brasileña, la venezolana o la boliviana están apuntando claramente a formas originales de democracia participativa, que no se dejan encasillar en una pura imitación de los modelos europeos, como fue el caso del liberalismo oligárquico anterior a la crisis de los años ’30. Es un buen síntoma.
Por Jorge Halperín

El diablo y la disrupción artística.

No espere aquí el lector una lista de todos los diablos feos o hermosos que los pintores han venido pintando y los dibujantes dibujando a partir de la Edad Media. Sería muy fácil, hojeando repertorios y compulsando catálogos, preparar una lista tan larga y erudita cuanto inútil y vana. No se trata de copiar aquí mazos de fichas para curiosidad de los coleccionistas de temas figurativos. Lo que me importa no es el Diablo en el arte, sino las relaciones entre el Diablo y el arte. Pero no está de más advertir que la mayor parte de quienes presentaron con líneas y colores la imagen del Príncipe de las Tinieblas no tuvieron con él ningún contacto intelectual y menos aún espiritual. Los más antiguos mosaiquistas y fresquistas se las ingeniaban para presentar, con el propósito de atemorizar a los fieles que lo contemplarían, un espantoso animalote puro garras, uñas, garfios, espinas y aguijones. Pero en verdad esos horripilantes bestiones no producían estremecimiento ni sacudimiento alguno en quien los hacía, siguiendo las huellas de la tradición y por simple exigencia del oficio. Es preciso llegar al Juicio Universal de Miguel Angel para encontrarse con rostros realmente demoníacos inspirados por el sentimiento íntimo de un genio que, como su Dante, creía en serio en la condena infernal.
Mayor importancia tiene el tránsito del Diablo medieval, espantajo extravagante, al Diablo héroe tranquilo de los tiempos modernos. Mario Praz en su obra La Carne, la Muerte y el Diablo demostró que esa transformación fue obra de los poetas, y más aún de Gian Battista Marino que de Milton. Pero La degollación de los inocentes, donde figuran los versos sobre la tristeza de Satanás, sólo se publicó en 1632; en tanto que ya en 1550 un gran pintor veneciano, Lorenzo Lotto, pintaba en el Palacio Apostólico de Loreto un Lucifer que desciende extraviado en las tinieblas y que no tiene ninguno de los repugnantes atributos de los diablos medievales. En aquella pintura, Lucifer es un joven hermosísimo que siente la tristeza de la caída, pero que no está desfigurado con disfraces de fiera ni de reptil. Acaso haya sido un pintor, y un pintor italiano, quien aun antes que los grandes poetas modernos vio en Satanás no al dragón gruñidor contrahecho sino al héroe vencido. Víctima de esa imagen poética de Satanás que imperó en las fantasías de los últimos siglos –de Milton en adelante– fue, a
comienzos del Novecientos, un artista ruso famoso en su tiempo como pintor sagrado, quien, en cierto momento, obsesionado por el Demonio de Lermontov, se puso a dibujar y a pintar a Lucifer en diversas formas y contra diversos fondos. Se llamaba Miguel Alejandro Wroubel y había nacido en 1856, de madre dinamarquesa y padre polaco. Antes de que lo persiguiese la imagen del demonio, había ejecutado importantes obras en las iglesias de Kiev, inspirándose en el antiguo arte bizantino y en los venecianos primitivos; pero cuando lo asaltó y trastornó la manía de representar a Lucifer, se olvidó y despreocupó de todo otro tema. Parecía un obseso y un poseído que no consiguiese liberarse de su temible enemigo sino trazando sus rasgos; y por fin, aún joven, en 1902, tuvo que ser encerrado en un hospicio donde poco a poco se fue quedando paralítico, ciego y, por último, loco; y en ese miserable estado terminó su vida, cuando sólo tenía cincuenta y cuatro años, en 1910. Wroubel es el único artista víctima del demonio, que yo conozca; valía por ello la pena recordarlo, si bien sus obras hoy están casi olvidadas. El ejemplo del infeliz Wroubel no parece confirmar la famosa teoría de André Gide, según la cual no puede haber gran obra de arte sin la colaboración de Satanás
Un escultor italiano moderno, Libero Andreotti, rechazó en cambio toda colaboración con el Diablo, Enrico Sacchetti cuenta, en su hermosa biografía del artista, que vio un día en su estudio una gran cabeza de Cristo y junto a ella un boceto más pequeño que también representaba al Redentor. Sacchetti le dijo al amigo que el boceto le parecía mucho mejor; pero el escultor “empezó a reírse en forma extraña, en sordina, y, como si me confiase un secreto, me dijo en voz baja: ‘¡Ah, sí! ¿Te gusta más ésa? ¿Pero sabes quién la hizo? La hizo el Diablo... Sí, mi querido Sacchetti: la hizo efectivamente el Diablo; el Diablo, sí’. Y parecía de veras que hubiese visto al Diablo, allí, en el estudio, modelando la cabeza de Cristo. Y agregó: ‘¡Por suerte, me di cuenta! Pero ahora estoy tranquilo’”.
Andreotti no dio ninguna explicación de esa presunta paternidad diabólica; pero Enrico Sacchetti me decía, hace poco, que creía haber comprendido la razón que le inspiró al amigo tan extraña certeza.
El boceto de Cristo era realmente hermoso; pero se parecía muchísimo a la cabeza del escultor. Andreotti albergaba, pues, la legítima sospecha de que las obras donde predomina demasiado el ego del autor tienen origen satánico y deben, por ello, ser desechadas
En la afirmación de Gide que antes recordábamos hay algo de verdad. Todo artista es a su manera un revelador de la obra divina; pero al mismo tiempo, es lo quiera o no, un imitador del Antidios. Sin un poco de orgullo, sin una punta de soberbia, no sería posible la creación de la obra de arte. Quien pretende ofrecer una visión propia de las criaturas o de las cosas del mundo en forma de provocar conmoción o de excitar la fantasía se siente y se declara, aun sin tener conciencia de ello, superior a los demás hombres; es decir, provisto de virtudes particulares que lo hacen capaz de realizar ese milagro que es el arte
Era necesario llegar al contemporáneo Jean Genet, al ladrón homosexual celebrado por Sartre en una voluminosa biografía, para asistir al espectáculo de un culpable degenerado que cuenta las propias hazañas y las de sus semejantes con una mezcla de complacencia y de indiferencia. Pero tampoco en este caso bien reciente se confirma por completo la teoría de Gide, pues a pesar de la evidente colaboración de Satanás, Nôtre-Dame des Fleurs y el Journal du Voleur están lejos de ser obras maestras.
Pero hoy toda la música realiza, en cuanto arte mágico de origen mágico, la transformación mágica de las almas. Es casi necromancia, pues resucita a los muertos e infunde mayor vida a los moribundos; tiene, en suma, relaciones más o menos visibles, siempre, con lo demoníaco. La música negra o de imitación salvaje, por ejemplo, con sus insolentes eructaciones, con sus necios sollozos y con sus brutales tamborilazos, es la que mejor se adapta a la baja condición del personal del infierno. Pero el viejo Satanás es más artista y más refinado. Cuando quiere desahogar la rabiosa exultación del sábado con un poco de música, recurre, también hoy, al violín de Tartini y de Paganini.

Este fragmento pertenece a El Diablo, de Giovanni Papini

miércoles, 7 de julio de 2010

It's evolution, baby!

BIG BANG BIG BOOM - the new wall-painted animation by BLU from blu on Vimeo.

Una de esas cosas impresionantes visual y técnicamente aunque el concepto global de ocasión sea un poco chato. (Me decepcioné cuando caí que era algo relacionado con la evolución.) Bueno, pero más allá del eventual alimento para los animales teóricos, lo cautivante del movimiento y de las imágenes creo que activa en la percepción un mecanismo vinculado con el tránsito del espacio urbano abandonado o algo por el estilo... Ah, el título del post lo prestó Pearl Jam.

domingo, 4 de julio de 2010

Este Sábado 10 a las 15:30 vemos Real Fiction


Lamentablemente, este sábado la proyección no pudo hacerse porque el Joaquín suspendió sus actividades debido a escasez en el suministro de agua... y al partido...no, no, qué digo, fue el agua que se cortó para ir a ver el partido, ¿o ella también no tiene sus derechos patrióticos? Bueno, nuestras sinceras disculpas a todos, no dependió de nosotros, ni de lo que hayamos bebido.
En fin, fue un sábado negro, un bello sol primaveral nos vio asistir al embate de la juventud hitleriana, que aplastó a las fuerzas populares; ese número 7 alemán, cómo se llama, el líder, el comando de la SS? Ya van a ver...
Entonces, este sábado 10 a las 15:30 vemos Real Fiction, habrá mucha agua, mate y tortas fritas, entre otras cosas para distraerse del mundial y no ser tan forro como para empezar a hablar mal de Maradona.