jueves, 1 de abril de 2010

Un niño en la oscuridad (Deleuze-Guattari)



“Un niño en la oscuridad, presa del miedo, se tranquiliza canturreando. Camina, camina y se para de acuerdo con su canción. Perdido, se cobija como puede o se orienta a duras penas con su cancioncilla. Esa cancioncilla es como el esbozo de un centro estable y tranquilo, estabilizante y tranquilizante, en el seno del caos. Es muy posible que el niño, al mismo tiempo que canta, salte, acelere o aminore su paso; pero la canción ya es en sí misma un salto; salta del caos a un principio de orden en el caos, pero también corre constantemente el riesgo de desintegrarse. Siempre hay una sonoridad en el hilo de Ariadna. O bien el canto de Orfeo.

Ahora, por el contrario, uno está en su casa. Pero esa casa no preexiste: ha habido que trazar un círculo alrededor del centro frágil e incierto, organizar un espacio limitado. Muchas y diversas componentes intervienen, todo tipo de señales y marcas. Ya era así en el caso precedente. Pero ahora son componentes para la organización de un espacio, ya no para la determinación momentánea de un centro. Las fuerzas del caos son, pues, mantenidas en el exterior en la medida de lo posible, y el espacio interior protege las fuerzas germinativas de una tarea a cumplir, de una obra a realizar (…) Un niño canturrea para acumular dentro de sí las fuerzas del trabajo escolar que debe presentar. Una ama de casa canturrea, o pone la radio, al mismo tiempo que moviliza las fuerzas anticaos de su tarea. Los aparatos de radio o televisión son como una pared sonora para cada hogar, y marcan territorios (el vecino protesta cuando se los pone muy alto). Para obras sublimes como la fundación de una ciudad, o la creación de un Golem, se traza un círculo, pero sobre todo se camina alrededor del círculo como en un corro infantil, y se combinan las vocales y las consonantes rimadas que corresponden tanto a las fuerzas internas de la creación como a las partes diferenciadas del organismo. Un error de velocidad, de ritmo, o de armonía sería catastrófico, puesto que destruiría a la creación y al creador al reestablecer las fuerzas del caos.”

Deleuze, G y Guattari, F. Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, 2004 Valencia, Pre-textos, 322.

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