jueves, 22 de abril de 2010

Impresión de fiesta (Nietzsche)



Los individuos que con más ímpetu aspiran al poder encuentran sumamente grato el sentirse subyugados. Hundirse súbita y profundamente en un movimiento como en un torbellino, dejarse arrebatar las riendas de la mano y ser espectador de un movimiento quién sabe adonde, constituye un gran servicio, sea quien sea la persona que nos lo preste. Nos sentimos felices, entusiasmados, sentimos a nues-tro alrededor un silencio excepcional, como si estuviéramos en el centro de la tierra. ¡Carecer totalmente de poder por un instante! ¡Ser un juguete en manos de fuerzas pri-mordiales! Esta felicidad implica un gran reposo: el alivio de una carga pesada, un des-canso que no cansa, como si nos viéramos entregados a una fuerza de gravedad que nos atrajese ciegamente. Esto es lo que sueña el hombre que escala una montaña y que, aun-que su meta se encuentre por encima de él, se duerme al llegar un momento en mitad del camino, con un enorme cansancio, y sueña con el placer opuesto: con rodar sin esfuerzo hasta el pie de la montaña.
Esta felicidad a la que me refiero es la que pienso que experimenta hoy nuestra so-ciedad europea y americana, tan perturbada y acometida por el ansia de poder. En un lugar y en otro, los individuos desean a veces volver a caer en la impotencia: las gue-rras, las artes, las religiones y los genios les brindan este goce. Cuando el hombre se ha abandonado a una impresión momentánea que lo devora y lo ahoga todo —ésta es la impresión moderna de fiesta—, se siente luego más libre, más tranquilo, más frío, más severo, aspirando entonces incansablemente a conseguir lo contrario: el poder.

Descargar Aurora, Nietszche.

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