jueves, 2 de septiembre de 2010

Qué se puede hacer, salvo ver películas



El ruido de los caños de la pileta para lavar de mi casa hacen cada tanto un ruido que se parece mucho al de un avión a punto de despegar. Nunca viajé en avión, pero cada tanto los veo cuando voy en tren, bordeando el aeroparque. A eso se suma un murmullo bastante ruidoso que hace la CPU. La heladera es más o menos moderna y es bastante discreta. Hiperestesia, anestesia, sinestesia. ¿Es necesario decir que es de noche y acabo de llegar, traído por la lluvía?
Hoy, mientras estaba empezando Bolivia en el auditorio del subsuelo, me agarraron unas incontenibles ganas de tomar un café. Cuando lo fui a comprar recordé lo feo que es el café del joaq y porque amaba tanto ver películas en ambientes, digamos, acondicionados para esos fines. Los sonidos a mi alrededor tomaban una nitidez sobrenatural, como si yo fuese solamente una cosa que escucha y ve, un médium que se ve a si mismo como parte de una gran máquina escenográfica; las personas parecían actores y sus actos se me hacían fatalmente necesario a la vez que absolutamente contingentes. Algo así debe ser el estructuralismo...
El mundo es (a veces) una mala película, o simplemente una que cambiariamos de canal "para ver si hay algo mejor". Lo raro es que ésta sensación de narcosis perceptiva que genera el cine cambia el mundo por completo, a la vez que nos convierte en pura percepción. Bergson dice en alguna parte que el mundo está configurado por un plexo infinito de imágenes, la única particularidad que tiene el hombre (o su cerebro), en tanto imagen subjetiva, es que puede elegir, a diferencia de la naturaleza, del que modo en es afectado por lo que lo rodea. Una piedra cae y punto, lo que no es una gran novedad... Las personas también están condicionadas, por su memoria, por experiencias previas de todo tipo, que cargan (como camellos!) las referencias y sentidos de nuestro mundo. Bergson es muy poco político, pero aquí, de quererlo, uno puede hacerse un festín debordiano. En fin, B. dice que el hombre puede priorizar determinada experiencia y retardar la respuesta a los estímulos que recibe, su forma de percibir no es automática y nunca puede ser absolutamente prevista. No hay que ser muy pillo para ver aquí un kantismo de la inmanecia, la libertad anida en nuestro sustracción de las leyes naturales, pero sin cielos mandones que nos guíen. Otra vez el sujeto, no sabemos qué hacer con él, mi fantasma moderno preferido.
Vuelvo al tren, estoy parado en una de las puertas, al lado mío cuentan historias de la colimba. Son tipos jóvenes, no parecen milicos, deben haber sido de los últimos antes de Carrasco. Parece que en Mar del Plata hay una transa gigantesca en la marina, algo de reparación de barcos pesqueros. Las ventanas están empañadas y no hay casi nada para ver, el vagón resplandece de blanco y de olor a recien pintado. A mi lado la conversación sigue: el tópico es el che guevera, y la posibilidad de hacer una revolución si se tiene la panza vacía, o al revés... se liberó un asiento. Me pongo a leer algo que me interesa más bien poco, una chica que compra chocolates agarra el control remoto y yo me dejo llevar, la ví en un montón de películas.

1 comentario:

  1. quizas el fantasma sujeto tambien sea algo parecido a lo fatalmente necesario, como esa maldita pelicula mal doblada que siempre termina convenciendo al control remoto que pare su marcha, a pesar de que ya la hayamos visto miles de veces.

    muy bueno el blog!, el jueves que viene me quedo a ver que onda con el cine.

    suerte!

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