viernes, 26 de noviembre de 2010

El montaje y lo posible IV: O sobre la Historia, la Violencia y la Acción Política

Dialéctica y narración.

Real Fiction de Kim Ki Duk cierra un ciclo en la obra del cineasta, Éste largometraje –al igual que “La isla”- fue filmado en el año 2000, y da lugar a una nueva etapa del director en la que traza sus marcas peculiares en torno a la fotografía y la temporalidad, que podremos ver luego en películas como Hierro3 o Primavera, Verano, Otoño, Invierno…y Primavera. Real Fiction es una obra experimental, filmada en 200 minutos (casi en tiempo real), en donde prácticamente no hubo cortes y repetición de escenas; unas cuantas cámaras cinematográficas y una cámara digital fue todo el equipo técnico empleado en la filmación para luego montarla en una sola una jornada de post producción. Pero más allá de los detalles técnicos, en este film, Kim Ki Duk pareciera poner en marcha una estrategia de narración que en apariencia compromete una concepción de tiempo histórico, quizás, vinculada a la tradición Hegeliana; pongamos a prueba esta idea.

Hay algo en volverse “lo otro de sí” que mueve el despliegue de los acontecimientos del film; La escena del teatro funciona como el momento dialéctico, y contiene allí todos los elementos “abstractos” que luego irán desplegándose de forma paulatina e inscribiéndose irreversiblemente en lo real. Allí, la palabra circula, relata, caracteriza un pasado que no pasa y que por ello se traba en la mismidad del presente, oprimiéndolo. La pesadumbre del dibujante constituye en las primeras escenas del film un silencio opresivo que hace recaer el peso muerto del pasado en las espaldas del presente; en este caso “a falta de algo mejor” (palabra) hay síntoma, malestar, etc.

Cuando la palabra comienza a rodar no encuentra limites en la carne; el monologo –en la escena del teatro- unifica los cuerpos y las voces. Alguien (algo) morirá pronto para dar lugar a la vida, a lo nuevo; En la primera composición dialéctica hubo una trasferencia de sentido; se clarificó una contra-dicción. El “otro del yo” debe morir para dar lugar al “yo del otro”. Pero, en su inmediatez, ¿No moriría yo a su vez?

Al igual que en el ejercicio metal del espejo, el “yo” siempre esta ausente de la mera presencia exterior. El ojo de la cámara digital es, (¡por fin!) el primer pestañeo aperceptivo. Acaso el despertar que comienza a poner en marcha una verbalización; Pues, el ojo-digital es un arrancamiento erótico del yo, es el primer movimiento que interpela y motiva su energía vital. Cuando la mujer-ojo se acerca a nuestro dibujante, lo enfrenta con las fuerzas de la vida (el erotismo), le ofrece la conmoción de su imagen material.

La o-presión es también una de-presión, que por el peso de una historia abigarrada y opaca sepulta a las fuerzas vivas del presente bajo la línea de la funcionalidad y el automatismo. ¿Podrá decirse que el viejo concepto de alineación es aquí la reducción de las fuerzas vivas del trabajo y el lenguaje a la mera funcionalidad y repetición de un estado de cosas?

El ojo-digital no es el momento de la conciencia “para si” que se arranca por la claridad del pensamiento emancipador. La claridad y distinción de la conciencia poco tendrán que ver con la consolidación de una crítica de lo real; más que en su efectuación ideológica, en tanto la realidad. Pues, ¿No es acaso la venganza y el rencor, la reacción moral de la conciencia individual de la ignominia?

La vieja contradicción central de la existencia “en sí” y su negación abstracta (“para sí”) debe ceder para dar lugar al reconocimiento de contradicciones múltiples que sobredeterminan la “toma de conciencia”; pues, la practica teórica repone el cuadro de situación en el que se reconoce el influjo de más de una fuerza operante: investidas, desplazadas, condensadas, etc. La emancipación es la práctica reflexiva de la libertad; más que una clarificación de la conciencia en el reconocimiento de las carencias (necesidades, faltas, urgencias, castración, etc.).

La dialéctica del teatro madura la palabra, la vuelve insoportable, y precipita su derrotero lógico; que es, a su vez, “lo otro” de la sumisión y el servilismo. Una contra-violencia movilizada por la palabra que madura su arrancamiento en la acción. Todo el desarrollo de la historia esta contenido en el monologo biunivoco del teatro, que enlaza el “yo” con el “otro”, niega sus limites y se determina al movimiento. Pero no hay superación del Ego; No hay negación superadora, sino tan solo reacción. Se interrumpe el silogismo, porque se vacía el contenido dialéctico; se vuelve una forma pura: el yo implicado en el otro se niega a sí mismo en un movimiento abductivo, negando a su vez al otro. Es decir, se afirma la negación y la muerte: la venganza individual.

La dialéctica que puede verse en el film de Kim Ki Duk ya no es el movimiento de la historia que emancipa a la clase oprimida y explotada en la subsunción del trabajo a las pautas del Capital, ni la exposición de un momento del devenir de lo humano o de un pueblo "encarnando" en el programa de la Razón. Antes bien, aparece fragmentada, instrumentalizada, customizada. Un especie de “bien” o “servicio” que se ofrece en un reducto surcoreano. Una “técnica” de dialectización del presente que, por no comprometer mediaciones universales repone la venganza individual y la pura negatividad del asesinato. Real Fiction es el sarcasmo de un elemento sin estructura que se disloca en su imaginación “yoica”; es el sin sentido de una realidad cada vez menos racional, y de una racionalidad cada vez menos real. Es una especie de hegelianismo de la “post-historia” que ha perdido toda capacidad de integración universal del contenido al movimiento del devenir de la historia; o mejor, una teología-política (autorreferencial y solipsista) que se inscribe al nivel del individuo y expone sin miramientos la crueldad ya no de la necesidad, sino de la contingencia de los intereses personales ante un “Otro” que es ontológicamente un enemigo.

La dialéctica de la violencia: la crueldad

Nuestro dibujante despierta de un sueño opresivo y humillante, pero para asumir en sus manos la fantasía neurótica del ego. “El paso al acto” sin mediación de las ideas pareciera ser el eje de la perversión sistémica. De aquí, que querría analizar el caso de nuestro dibujante a la luz del enfoque que nos propone Etienne Balibar en su conferencia sobre “Violencia, idealidad y crueldad”. Allí, Balibar, intenta pensar la composición de la violencia; para ello, recupera un término que utiliza Benjamin, en su Para una Critica de la Violencia, que por sus desplazamientos polisémicos permiten considerar algunos puntos oscuros en a la mirada tradicional sobre la violencia.

El termino Gewalt o “violencia del poder” encierra un conjunto de matices en torno a los elementos comprometidos en la violencia; Pues, para abordar esta cuestión hay dos dinámicas, que para Balibar, enmarcan la relación Poder-Violencia. Por un lado, el modo en que se compromete el Poder en la economía de la violencia; atendiendo a la irrupción ordenadora de la violencia que funda y conserva el Derecho (aquí es preciso clarificar que el Poder constituye –en el texto de Balibar- un conjunto de relaciones no-substanciales que pueden concentrarse en uno o varios puntos, imprimiendo el signo de su violencia (acaso legitima) y articulándose con todas las instancias de estructuración social (jurídicas, ideológicas, metafísicas, etc) en su especificidad, la relación medios-fines) Y por otro lado, el modo en el que se compromete la violencia en la economía del Poder; Pues, asimismo, toda orientación constituida del Poder engendra su opuesto inmediato que se inclina a la resistencia en tanto contrapoder.

Ahora bien, para Balibar, las relaciones que oscilan –al menos en la polisemia de la Gewalt- entre el Poder y la Violencia son sostenidas por definiciones de legitimidad –a pesar de que en muchos casos no alcancen a imponer su “legalidad” y caigan en la invisibilidad y el absurdo (ilegalidad) que le imprime la posición dominante. En este sentido, las formas que legitiman las tensiones entre el Poder y la Violencia son las idealidades; es decir, que son las ideas las que permiten sostener con sentido las relaciones de fuerza existentes (Dios, la Nación, el Comunismo, la Patria, el Pueblo, el Estado, etc.,); tanto en la suspensión de la Ley para conservar la ley del Estado (estado de Excepción) como en la contraviolencia revolucionaria. Pero ninguna reflexión seria sobre la violencia histórica y social puede agotarse en la cuestión del Poder y su Ideario. Es decir, en la contradicción medios-fines; en tanto relación fundamental que vincula los medios al reino de la violencia y los fines a la prosecución de la justicia como horizonte de legitimidad permanente de toda acción. La distinción entre la violencia del poder legitima e ilegitima depende a su vez de un criterio proporcionado por la definición de fines justos o injustos (idealidades).

Para retomar la primera oposición entre la violencia que funda y conserva el derecho y la contraviolencia revolucionaria, que solo desde el punto de vista de una filosofía de la Historia puede hallar sus criterios por fuera de la filosofía positiva del Derecho para anclar el sentido de su acción; querríamos introducir un tercer elemento que Balibar subraya en la composición semántica de la Gewalt

La presencia de una violencia “inconvertible”, y por ello siempre excedentaria de la pretensión de conducirla a fines, nos recuerda a aquella formulación que Freud consolidó a finales de 1920, tras la experiencia inenarrable de la Primera Guerra Mundial, en torno a una violencia “intransferible” o “residual”, que simplemente se vuelve sobre sí. Es un tipo de violencia que se auto-fagocita y que escapa a la lógica progresiva de los medios y los fines.

Balibar repone esta discusión –retomando a Bataille- en el marco de la polisemia del termino Gewalt para pensar una tercer mediación en el estatuto de la violencia. El tercer componente de esta dialéctica entre la violencia (poder) y contraviolencia (contrapoder), e idealidad es la crueldad; pues, en este termino intenta recuperar la peculiaridad de la modalidad del goce (disfrute) que se sustrae a toda lógica y se afirma en sí mismo.

La crueldad no tiene la misma relación con las ideas que, en cambio posee el poder; pues, en la tensión dialéctica, la violencia del poder responde a un ideario que programa la subsunción de los intereses particulares (públicos o privados) las ideas “encarnadas”en la acción. En cambio la crueldad tiene una relación “sin mediaciones” con la materialidad de la acción. De aquí se sigue que, las formas de la crueldad poseen, no tanto un soporte ideológico como un fondo fetichista. Es decir, que en todo proceso que moviliza fuerzas materiales (sociales) en la historia existe un resto inconvertible, o residuo inútil desprovisto de significación. Este residuo inconvertible de violencia permite incluso pensar los (des)bordes del poder (o contrapoder) y su (in)capacidad de dirigir un proceso revolucionario a fines. El predominio del carácter cruel de la violencia soberana (derroche) es quizás lo que podemos encontrar en el despliegue narrativo de Real Fiction; la elaboración de la violencia del Poder que subyuga y humilla a nuestro dibujante, comienza su transmutación y despertar en el ojo-cámara-digital-de-la-mujer que lo arrastra hasta el escenario del teatro. Pero no hay elaboración de la materialidad en el concepto. El “paso al acto” no se afinca en el espejo del poder, como contrapoder, ni funda su acción conforme a fines. Pues, constituye la reacción que desactiva el movimiento dialéctico, y se aferra a la esfera del sentimiento moral (humillación) y los intereses individuales. Nuestro dibujante evade toda mediación de las ideas y desencadena la venganza personal.

Nino Block

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