martes, 16 de noviembre de 2010

POST-OKTUBRE


EL ARTE CONTESTATARIO DE ACHERO MAÑAS
Por: Eduardo Leyva
"El arte es un arma cargada de futuro"... esta idea que suena un tanto revolucionaria la tomó prestada el cineasta español Achero Mañas del poeta Gabriel Celaya para ponerla en labios de su alter ego Alfredo, el personaje central de su penúltimo largometraje, Noviembre, y que le sirve al director para esgrimir su propia defensa en pro de un arte independiente, un arte desde el cual, tal y como lo señala la frase principal del filme: "Me gustaría cambiar este puto mundo", y por qué no, a través del teatro.
El propio Achero Mañas, que inició en el cine actuando en cintas como La ley de la frontera en 1995, confiesa que "esos trabajos" histriónicos jamás le satisficieron, pues nunca fueron temas de su interés, y ahora en su etapa de realizador y creador, intenta cambiar al cine como arte desde su propia perspectiva.
Ya desde sus primeros tres cortometrajes (Metro 1995, Cazadores 1997 y Paraísos artificiales 1998) -los cuales tuvimos la ocasión de apreciar dentro del programa del Segundo Festival ALUCINE-, Achero Mañas muestra su preferencia hacia un cine contestatario con toques de cine documental, aunque sin dejar de lado el hecho de contar sus historias como completas ficciones, por lo que recurre al falso documental.
Otra constante en Mañas es contar las historias a través de personajes en sus etapas de niños o de jóvenes, cargados de ilusiones pero que tienen que padecer la crueldad de un mundo que es incapaz de entenderlos, hasta casi destruirlos; así vemos a los infantes de sus cortos Metro y Cazadores, o a El Bola, el tierno personaje de su primer largometraje, pasando por los jóvenes adictos de Paraísos artificiales y desde luego los del grupo teatral Noviembre.
Retomando un propio recuerdo de su infancia, de cuando su propia madre hacía teatro callejero con el grupo El piojo picón durante los años setenta, Achero Mañas se plantea las siguientes preguntas: ¿Qué pasaría ahora si surgiera un grupo teatral como los de entonces?, ¿podría darse en la década de los noventa un grupo con el mismo espíritu? Y lo más importante: ¿tendría algo por qué luchar? y ¿podría sobrevivir?
De este modo, Noviembre nos presenta la historia de cinco jóvenes liderados por el actor Alfredo Baeza, un convencido de que el arte puede transformar el estado de las cosas con un idealismo utópico, considerado hoy día anacrónico y quijotesco, por lo que sus intentos para establecer un teatro independiente, regido por un manifiesto que les impone representar montajes espontáneos, fuera de los escenarios cerrados y sin afán de lucro, culmina a la larga por llevarlos al rotundo fracaso.
El hilo narrativo sobre cada uno de los personajes del grupo Noviembre va con interludios de escenas, en tono documental, de las diferentes representaciones callejeras del grupo, situadas entre 1998 y 2001, seguidas de testimoniales de los personajes a 30 años de distancia en el porvenir, lo que le imprime a Noviembre un realismo contundente, además de una honesta mirada de la crueldad e indiferencia con las que el mundo globalizado aplasta cualquier intento de rebeldía artística.
Noviembre es pues, una gran cinta, muy bien contada y mejor dirigida, que lejos de redimir a sus personajes o al arte mismo que pretende defender, nos adentra en la ilusión de aquellos actores, cuya punta de lanza es ese Quijote llamado Alfredo, arremetiendo contra los molinos que al final habrán de derribarlo, es un cine crudo, sin sentimentalismos ni romanticismos falsos; es un buen drama con tintes de ironía que se burla de las afrentas del destino.


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